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domingo, 10 de octubre de 2010

MCMLXXXI

Se lo observa incansable en siestas como ésta,
cuando intenta despeinar pastos llorones
que tercos acomodan de nuevo su melena.

Invisible fuelle de los fuegos del campo,
intangible como el sueño pristino de los hombres
¿quién lo podrá frenar? ¿quién censurarlo?
¿quién amputar sus alas invisibles?

                    -Bendito el ojo
                      que haya visto
                      su plumaje-


Testigo mudo de bandoleros prófugos,
en su minucioso oficio de escultor
va puliendo la piedra, le da forma
haciendo arena nueva con lo que sobra.

Mantiene -en su porfía- una vana pelea
contra el médano,
en la que sólo consigue desplazarlo
hoy acá, mañana más allá, algún tiempo después
al horizonte, y de nuevo acá...
así ese ciclo que empezó antes que el hombre
y acabará después.

Revolución intangible del paisaje,
hereje algunas veces, redentor otras;
pone y saca las nubes a su antojo,
decide el dónde y hasta cuándo de las lluvias
es semí-dios / quizás semi-demonio,
o es viento y nada más... Sencillamente.

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